JAMES HORNER

 


James Roy Horner, conocido artísticamente como James Horner, nació el 14 de agosto de 1953 en Los Ángeles (California) y falleció el 22 de junio de 2015, a los 61 años de edad, en un accidente de aviación en Santa Barbara (California).



Con solo 5 años empezó a dar sus primeros pasos tocando el piano. Su infancia transcurrió en Londres, donde tuvo la fortuna de poder estudiar en el Royal College of Music. De vuelta en EE UU siguió formándose como músico hasta lograr graduarse en la Universidad del Sur de California, y doctorarse después por la Universidad de California, Los Angeles (UCLA). Tras algunos primerizos trabajos para el American Film Institute, empezó a probar suerte en la composición musical para cine. La serie B sería su campo de pruebas donde empezar a forjarse como músico, en películas como La dama de rojo (1979) y encontró el mejor aliado en Roger Corman, quien confió en él para que pusiera música a Los 7 magníficos del espacio (1980), su primer éxito. Dado que su partitura para la película de Corman había supuesto un soplo de aire fresco en el género de aventuras espaciales, los productores de la saga Star Trek pusieron sus ojos en él. 



En vez de contar con Jerry Goldsmith, quien había realizado una labor fabulosa en la primera película de la saga cinematográfica, los productores prefirieron no repetir y buscar a alguien joven y nuevo que pudiera estar a la altura y ofrecer sinfonismo espectacular de la mejor calidad. Y así, Horner se mostró en Star Trek II: La ira de Khan (1982) a la altura del reto y a la altura del maestro Goldsmith, con una partitura épica y arrolladora, que conjugaba momentos orquestales esplendorosos con momentos calmados e íntimos de gran belleza. Tan buenos fueron los resultados, que también compuso la música de la siguiente película, Star Trek III: En busca de Spock (1984). Pero entre ambas entregas había tenido tiempo para participar en dos bandas sonoras que apuntalarían aun más su creciente fama y darían idea de que era un compositor a tener en cuenta. En 1983 dio rienda suelta a la épica, la fantasía y la pura aventura sinfónica en Krull, y al mismo tiempo y en el mismo año, Testamento finalrevelaba al Horner íntimo, sensible, dramático y delicado. Dos caras de la misma moneda que iban a ser una constante en lo que iba a venir a continuación.

 


Los 80 fueron los años de la confirmación y el establecimiento de Horner en la liga de las grandes producciones. No rehuyó ningún género, aunque la ciencia-ficción y la fantasía fueron la nota predominante, donde podía dar rienda suelta a su sinfonismo más abierto, con melodías expansivas y sentimentalismo bien entendido. Cocoon (1985) o Willow (1988) son muy recordadas, pero el dominio de Horner para cualquier atmósfera y situación quedó patente cuando volvía a recoger el testigo de Goldsmith, esta vez para la saga Alien y regalaba la espectacular Aliens: El regreso (1986), un trabajo ambiental y opresivo digno de la calidad de la saga, que le llevarían directo a su primera nominación a los Oscar. En esos años también empezó su colaboración con la animación, donde por momentos incluso alcanzaba cotas más altas de emoción y sensibilidad, especialmente en los dos proyectos de Don Bluth, Fievel y el Nuevo Mundo (1986) y más especialmente En busca del valle encantado (1988), cuyo tema final conserva intacta su magia para emocionar a todo el que los escuche. 



Y la década se cerró de la mejor forma posible, con su segunda nominación por Campo de sueños (1989) y la creación de una de sus mejores composiciones de la década y su carrera:Tiempos de gloria (1989). Y Horner llegó a los 90 como un trueno, como uno de los compositores de referencia para Hollywood, un músico ante el que ningún género se le resistía. Dramas, comedias, bélicas, thrillers... pero siempre y por encima de todo, destacando en lo fantástico, lo aventurero y lo sentimental. Esta sería su década, y no solamente por trabajos que todos conocemos y apreciamos, como recordaremos a continuación, sino porque Horner estaba en un estado de forma y de inspiración de tal calibre que no solamente destacaba en grandes y famosas producciones, sino que películas pequeñas y humildes como El hombre sin rostro (1993), En busca de Bobby Fischer (1993) o La historia del Spitfire Grill (1996) se beneficiaron de contar con partituras tan bellas, líricas y hermosas que podrían pertenecer perfectamente a cualquier clásico oscarizado. Claramente esta fue su década, nadie le hizo apenas sombra ni en inspiración, premios o renombre. 



Especialmente tuvo un lustro, aproximadamente del 93 al 98, donde encadenaba genialidad tras genialidad. Poco más se puede añadir a lo que tanto se ha dicho sobre Leyendas de pasión (1994), Casper (1995), Braveheart (1995) Apolo 13 (1995), Titanic (1997) o La máscara del Zorro (1998) sobre sus legendarios temas principales y el recuerdo perenne que han dejado en millones de fans. El Siglo XXI fue una época de luces y sombras para Horner, que aunque seguía manteniendo su estatus, no logró mantener o alcanzar las cotas a las que había llegado años atrás. El compositor siempre ha conseguido mantenerse fiel a algunos directores, con los que colaboraba en cada nuevo estreno suyo. Es el caso, claro está, de James Cameron, pero también de otros en menor medida y de vez en cuando, como Jean-Jacques Annaud o Ron Howard. Directores que buscaban su experiencia y sus tablas a la hora de afrontar cada nuevo proyecto, y que en esta última época de su carrera siguieron confiando en él (particularmente Cameron y Annaud). 



Horner fue a menudo objeto de críticas por reciclar temas de algunas de sus obras más representativas, y algunas bandas sonoras de esta etapa coinciden en tonalidad y en parecerse demasiado, casi nota a nota, a otros trabajos anteriores. Especialmente criticadas fueron Una mente maravillosa (2001), Enemigo a las puertas (2001), a pesar de un tema inicial espectacular de 15 minutos, o Troya (2004) aún cuando esta última fue un trabajo de encargo que sustituía al inicial de Gabriel Yared. Horner iba moviéndose entre proyectos pequeños y personales, huyendo un poco de la espectacularidad y las grandes producciones, y aún con un cierto bajón de forma, logró tener un ramillete de estimulantes e interesantes obras distintas que le permitieron experimentar y explorar otras facetas musicales y argumentales, como Casa de arena y niebla (2003), Apocalypto (2006) o la estupenda El Nuevo Mundo (2005), por más que Terrence Malick mutilara su música, como es su costumbre, en el montaje final.

 


La primera década de los 2000 terminaría para Horner con un gran triunfo y un reverdecer de laureles como no se recordaba en diez años. Durante un par de años, estuvo inmerso en el próximo y esperadísimo proyecto de su amigo James Cameron, con el propósito de crear una música para un nuevo planeta, para toda la espiritualidad y espectacularidad que ese mundo iba a contener. De sobra es conocido el triunfo aplastante, en crítica y público, de Avatar (2009). Horner fue alabado y se celebró el regreso del gran mago musical de los 90 por todo lo alto, nominación al Oscar incluida. Esta película aupó al compositor, quien parecía que podía volver a la senda de la inspiración y de los grandes trabajos. Y ello parecía perfectamente posible, especialmente con bandas sonoras en las que el aficionado podía reconocer al mejor Horner, al dinámico, sentimental, romántico, dramático y épico, en joyas como su siguiente película con Annaud, Oro negro (2011), o Cristiada (2012) y hasta en el género superheroico como fue The Amazing Spider-Man (2012). 



Con el director francés demostró que siempre rendía al máximo, cuando repitió en su inspiración y su buen hacer en El último lobo (2015), reconocida como una de las mejores bandas sonoras de su año. Horner estaba en un momento dulce, con proyectos en marcha y trabajos celebrados y apreciados, aunque las películas a las que acompañaban no lo fueran (caso de Los 33). El accidente que sufrió cuando pilotaba su avioneta, otra de sus pasiones, iba a truncar de golpe todo el panorama que tenía ante sí el compositor. Más trabajos con Cameron y Annaud, otros proyectos pequeños y estimulantes, siempre buscando retos y experimentos que le hicieran crecer como músico y compositor... todo eso terminó trágicamente el 22 de junio de 2015, una fecha negra para cualquier aficionado a la música de cine y al cine en general. Horner dejó escrita casi toda la música del próximo remake de Los siete magníficos (2016), un último regalo que nos dejó a todos los que nos sentimos y nos seguimos sintiendo un poco más huérfanos de un músico que de alguna manera u otra marcó a toda una generación que disfrutó de su música y su cine a lo largo de tres maravillosas décadas.

CARTELES de las películas seleccionadas:





























Fuente: mundobso.com

Imagen: lagranpantalla.com

Carteles películas:

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