FRANZ WAXMAN


 

Franz Wachsmann, conocido artísticamente como Franz Waxman, nació en Königshütte (Alemania), el 24 de diciembre de 1906 y murió en Los Ángeles (EE UU), el 24 de febrero de 1967. Fue un compositor alemán nacionalizado estadounidense, gran exponente del Hollywood dorado junto con otros nombres como Dimitri Tiomkin, Max Steiner o Alfred Newman. 2 Oscars y 12 nominaciones dan idea de su valía y la importancia que tuvo en el panorama musical durante los años que duró su carrera, en los que trabajó con los cineastas más prestigiosos del momento.

 


Waxman, de padres judíos, nació en Königshütte, en pleno Imperio alemán (hoy Chorzów, Polonia). En su infancia un accidente doméstico le dañó permanentemente la vista, razón por la que siempre llevó unas gafas de grueso cristal. A los 16 años entró en la Academia de Música de Dresde, donde estudió composición y dirección de orquesta. Tras ganarse la vida como pianista y compositor de música popular, Waxman conoció al director Bruno Walter y al compositor de cine Frederick Hollander, que le consiguió empleo en la industria cinematográfica alemana, principalmente como orquestador. Así, dirigió la composición del mismo Hollander para la célebre El ángel azul  (1930), y cuatro años más tarde compuso su primera partitura para cine, y nada menos que para Fritz Lang y su película Liliom (1934). La ascensión del Partido Nazi y su condición de judío le llevaron a exiliarse con su familia a París, y casi inmediatamente después, a Hollywood, precedido de su fama por su último trabajo con Lang.

 


Ya en EE UU, congenió con el director James Whale, que le fichó para componer la música de La novia de Frankenstein(1935), consiguiendo un éxito absoluto y creando todo un estilo propio para retratar musicalmente el horror gótico. Universal le quiso mantener en nómina para todas sus películas de terror, pero decidió no atarse a un estudio y prefirió seguir siendo compositor por libre, y así trabajó también para otro gran estudio como la MGM, donde otro director de leyenda se iba a beneficiar del talento del músico: Alfred Hitchcock. El director inglés, habiendo firmado su contrato con David O. Selznick, estaba inmerso en la preparación y rodaje de Rebeca (1940) y tenía claro que la música jugaría un papel importante. Waxman no le defraudó y compuso una radiante partitura de corte romántico, que retrata psicológicamente a los protagonistas y que manejaba magistralmente el ritmo del suspense aderezándolo todo de un toque gótico que suponía la guinda perfecta para el filme. Un rotundo triunfo que situaba a Waxman como uno de los nombre más importantes en el panorama cinematográfico musical de aquellos años.

 


En su búsqueda de independencia, el músico dejó MGM y empezó a trabajar para Warner Bros, estudio que ya tenía en nómina a pesos pesados como Max Steiner o Erich Wolfgang Korngold. Allí demostraría su versatilidad trabajando en diferentes géneros, como el melodrama (El señor Skeffington, 1944) o el bélico (Objetivo: Birmania, 1945). Paralelamente, sus inquietudes como concertista le llevaron a crear festivales como Los Angeles Music Festival, en el que siempre trabajó como director durante el resto de su vida, y donde no solamente interpretaría piezas de sus bandas sonoras, sino también obras clásicas de autores como Stravinsky. Finalizado su contrato con Warner, Waxman decidió dejar de saltar de estudio en estudio y se convirtió en compositor independiente, colaborando únicamente en aquellos proyectos que le convencieran o con los directores con los que mejor se entendiera.

 


Esto le llevó, por ejemplo, a colaborar con directores como Anatole Litvak o Billy Wilder, cuya música para El crepúsculo de los dioses (1950) le trajo su primer Oscar. Una banda sonora donde aplicaría su maestría y experiencia con las tonalidades del terror y el suspense para crear una atmósfera opresiva, decadente y grotesca, que le iba como anillo al dedo en el retrato salvaje y ácido que Wilder realizó al mundo de Hollywood. Casi sin tiempo para celebrarlo, el músico ganó su segundo Oscar al año siguiente. Un lugar en el sol (1951) era un melodrama de George Stevens que le permitió lucirse una vez más con una partitura romántica pero afligida, con abundantes toques de jazz para retratar el devenir trágico de sus protagonistas Elizabeth Taylor y Montgomery Clift. El músico estaba en su momento más alto, y queda demostrado también en su faceta fuera del mundo del cine, donde trabajó en varias composiciones para orquesta de cámara y hasta en un oratorio llamado "Joshua", que homenajeaba a sus propias raíces judías.

 


El resto de los 50 y los 60 vieron a Waxman en la cúspide tanto de su talento como de su actividad, trabajando incesantemente en nuevas películas y probando en nuevos géneros. Demetrius y los gladiadores (1954) le permitió probar en el peplum y emular así a colegas a los que admiraba, como Rózsa; La ventana indiscreta (1954) le reunió de nuevo con Alfred Hitchcock en otro trabajo ampliamente aplaudido; Torpedo (1958) le llevó de nuevo al bélico y Historia de una monja (1959) fue otro de los grandes éxitos de su carrera, donde cosechó otra de sus múltiples nominaciones y cuya música, inspirada en cantos gregorianos y con hermosas melodías intimistas, fue uno de los aspectos más alabados de la película de Fred Zinnemann. En los 60 reduciría un poco su actividad, debido a su trabajo como concertista y a que empezó a colaborar también en televisión, pero todavía seguiría mostrándose como uno de los mejores. El western Cimarrón (1960) fue también elogiado, pero el canto de cisne, su última gran obra fue la monumental Taras Bulba (1962), todo un prodigio de épica, aventura, romance y drama en la adaptación de la mítica novela de Gogol que protagonizaron Yul Brynner y Tony Curtis.

 


Waxman siguió con su actividad de compositor en el cine, la televisión y fuera también de ambos ámbitos (donde destaca la composición para orquesta, soprano y coro "La canción de Terezin", homenaje al recuerdo de los niños que sufrieron la barbarie nazi), pero la sombra de la enfermedad se cernía sobre él. De forma prematura y sin poder continuar una carrera que hubiera dado muchas más joyas, fallecía en 1967 a los 60 años debido a un cáncer fulminante. Tras él, una longeva carrera repleta de bandas sonoras, más de 150, y una prolífica trayectoria musical fuera del medio cinematográfico. Muy probablemente, Waxman podría haber sido todavía más grande de haber continuado su carrera, y muchos directores se habrían beneficiado de poder contar con un talento y una experiencia como las suyas. Pero esa grandeza ya le fue otorgada simplemente con obras inmortales que dan idea de la inmensa valía de Waxman y de que es un nombre imprescindible para entender la música de cine durante varias décadas.

CARTELES de las películas mencionadas:










Fuente: mundobso.com

Imagen: themoviescores.com

Carteles películas: dcine.org/filmaffinity.com/ecartelerta.com/pinterest.es/coveralia.com/sensacine.com


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